Lo
mejor de la película el “El Ladrón de Bicicletas”, es que
habla de una realidad universal. Presenta personajes que sufren en la pobreza y
que serían capaces de hacer todo lo que esté a su alcance para salir de la
miseria y sobrevivir. La película fue hecha en 1.948, dirigida Vittorio de
Sicca. Se centra en una Italia todavía muy afectada por las heridas de la segunda
guerra mundial; del agresivo fascismo de las “casacas negras” y del excesivo propagandismo nacionalista de
Benito Mussolini.
El pueblo
quería empezar de nuevo, como hicieron los franceses y los ingleses, para tener
un mejor futuro. Pero no querían seguir haciendo el cine propagandista y
comercial que se había hecho antes. Querían hacer algo nuevo y económico, ya
que los principales estudios habían caído en banca rota en la segunda guerra
mundial y la ocupación nazi.
El neorrealismo
italiano, como su propio nombre lo dice, pretendía mostrar la realidad del
pueblo, específicamente de la clase obrera, y de quienes pese a no tener un
gremio de trabajo, hacían lo que podían por laborar –lo que hoy llamaríamos
rebusque-. También buscaba mostrar las precarias condiciones en las que el
pueblo vivía durante la ocupación nazi, y como se empezó a formar la
resistencia. Por otro lado, también se hacían películas en las zonas rurales de
Italia, que fueron las más afectadas del conflicto entre los “camisas negras” y los socialistas.
Este
movimiento nace gracias a artistas críticos y responsables que al ver a su
pueblo golpeado, deciden usar sus capacidades para mostrarle al mundo su
realidad, para esto usan un método muy cercano documental. No sólo muestran a
un pueblo afectado y con altos índices de pobreza, también destacan su orgullo
y ese efervescente espíritu esperanzado en conseguir lo mejor para la moral y
el honor de la patria.
Esto
lo convierte en un cine crítico y significativamente bello e inspirador. Pese a
que uno de sus fines era buscar todos esos elementos que componían la “italianeidad” , es un cine universal
con el que cualquier ser humano, aún en nuestra época, puede identificarse.
Podría
decirse que su propósito era educar al pueblo, mostrarle que había esperanza, y
que las cosas debían hacerse de manera moral y políticamente correcta. Pero que
sobre todo, había que mantener el sentido de pertenencia para salir adelante
como si fueran uno sólo.
En “El
ladrón de bicicletas”, vemos como un hombre que pese a haber perdido
todo, sigue luchando por salir adelante. Encuentra amigos que lo ayudan en su
búsqueda. Y enemigos que le ponen los pies sobre la tierra cuando se equivoca.
Pero sin embargo, él se mantiene persistente buscando soluciones. Y aún cuando
las cosas parecen no tener sentido, y tiene la sensación de que lo va a perder
todo; a su lado siempre está su hijo, símbolo de la esperanza del futuro del país, de aquel que aprendió de los errores de su padre para no volver a cometerlos.
Lo
mejor es que todo ese viaje por recuperar lo perdido, el espectador lo vive
mientras viaja por las entrañas de una Roma confundida apenas reaccionando al
golpe de la guerra. Con una clase obrera que madruga para ir al trabajo en
bicicleta. Iglesias que tratan de evangelizar a los pobres más necesitados. Con
unos hombres que luchan por mantener la honradez propia y la de su prójimo. Y
con unos insensatos, que ponen por encima su bienestar y olvidan la necesidad
ajena.
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