sábado, 17 de agosto de 2013

Te amaré por siempre, nunca trates de agradarle a todos


Libro en el que se basó la
película, escrito por Audrey Niffenegger

Una película de la que vale la pena hablar es “The Time Traveler’s Wife” (Te amaré por siempre, en Latinoamérica), apta para los amantes de las paradojas del viaje en el tiempo, y para quienes se conmueven con el género romántico. La combinación de estos dos géneros viene de los memorables tiempos de Isaac Asimov, el genio novelista de ciencia ficción, futurismo, viajes en el tiempo, robótica y metrópolis del futuro (entre tantas especialidades que tenía).

En “Te amaré por siempre”, le apuestan a una historia llena de paradojas narrativas, temporales, románticas y hasta médicas. Sin embargo, aquí la cuestión es qué tanto funciona esta historia cuando la miramos más allá de sus pretensiones básicas.

Nos ponen frente al dilema amoroso de si realmente seríamos capaces de amar a alguien que  constantemente nos abandona debido a una patología que provoca repentinos viajes espacio-temporales. Pero sin embargo se queda corta a la hora de la verdad. Los constantes saltos espacio-temporales, hacen que la película pierda fuerza; el personaje principal sobre el que se supone cae todo el peso, es escasamente descrito. Por otro lado, se nota que trataron de dejar muy equilibrada la balanza entre ambos géneros, pues no fueron muy a fondo ni con la trama romántica, ni con la de la ciencia ficción.

A medida que transcurre la película, parece que toda la información que se recibe sólo está ahí para hacer que la historia parezca coherente, aún cuando esto implica cambiar las normas de juego. Esto hace que cualquier espectador exigente se sienta defraudado y engañado mientras observa como el cosmos de la historia se transforma sin previo aviso. Y a la larga provoca que se encuentren escasos momentos emocionantes y conmovedores. Pero lo peor de todo esto, es que ese genera una sensación falsa de suspenso que a medida que la historia progresa empieza a cansar.

Posiblemente trataron de satisfacer a todos los públicos, pero en realidad no lo lograron con ninguno. Y lo que es peor, se burlaron de cada uno de nosotros con sus ofensivos errores narrativos y de raccord que pretenden justificar con argumentos lastimosos. El más insultante de todos, es cuando el protagonista explica que ha visto morir cientos de veces a su madre, pero que nunca ha podido hacer nada, porque a pesar de ser un viajero en el tiempo, no puede alterar la realidad. Pero aún así es capaz de ganarse la lotería tramposamente para comprar una mansión. O peor aún, de enamorar a una pequeña e inocente niña, y convencerla de que en un futuro ella será su esposa. Dejándonos un poco confundidos respecto a la salud mental del protagonista.

El ladrón de bicicletas. Una nación que reflexiona.



Lo mejor de la película el “El Ladrón de Bicicletas”, es que habla de una realidad universal. Presenta personajes que sufren en la pobreza y que serían capaces de hacer todo lo que esté a su alcance para salir de la miseria y sobrevivir. La película fue hecha en 1.948, dirigida Vittorio de Sicca. Se centra en una Italia todavía muy afectada por las heridas de la segunda guerra mundial; del agresivo fascismo de las “casacas negras” y del excesivo propagandismo nacionalista de Benito Mussolini.

El pueblo quería empezar de nuevo, como hicieron los franceses y los ingleses, para tener un mejor futuro. Pero no querían seguir haciendo el cine propagandista y comercial que se había hecho antes. Querían hacer algo nuevo y económico, ya que los principales estudios habían caído en banca rota en la segunda guerra mundial y la ocupación nazi.

El neorrealismo italiano, como su propio nombre lo dice, pretendía mostrar la realidad del pueblo, específicamente de la clase obrera, y de quienes pese a no tener un gremio de trabajo, hacían lo que podían por laborar –lo que hoy llamaríamos rebusque-. También buscaba mostrar las precarias condiciones en las que el pueblo vivía durante la ocupación nazi, y como se empezó a formar la resistencia. Por otro lado, también se hacían películas en las zonas rurales de Italia, que fueron las más afectadas del conflicto entre los “camisas negras” y los socialistas.

Este movimiento nace gracias a artistas críticos y responsables que al ver a su pueblo golpeado, deciden usar sus capacidades para mostrarle al mundo su realidad, para esto usan un método muy cercano documental. No sólo muestran a un pueblo afectado y con altos índices de pobreza, también destacan su orgullo y ese efervescente espíritu esperanzado en conseguir lo mejor para la moral y el honor de la patria.


Esto lo convierte en un cine crítico y significativamente bello e inspirador. Pese a que uno de sus fines era buscar todos esos elementos que componían la “italianeidad” , es un cine universal con el que cualquier ser humano, aún en nuestra época, puede identificarse.

Podría decirse que su propósito era educar al pueblo, mostrarle que había esperanza, y que las cosas debían hacerse de manera moral y políticamente correcta. Pero que sobre todo, había que mantener el sentido de pertenencia para salir adelante como si fueran uno sólo.

En “El ladrón de bicicletas”, vemos como un hombre que pese a haber perdido todo, sigue luchando por salir adelante. Encuentra amigos que lo ayudan en su búsqueda. Y enemigos que le ponen los pies sobre la tierra cuando se equivoca. Pero sin embargo, él se mantiene persistente buscando soluciones. Y aún cuando las cosas parecen no tener sentido, y tiene la sensación de que lo va a perder todo; a su lado siempre está su hijo, símbolo de la esperanza del futuro del país, de aquel que aprendió de los errores de su padre para no volver a cometerlos.

Lo mejor es que todo ese viaje por recuperar lo perdido, el espectador lo vive mientras viaja por las entrañas de una Roma confundida apenas reaccionando al golpe de la guerra. Con una clase obrera que madruga para ir al trabajo en bicicleta. Iglesias que tratan de evangelizar a los pobres más necesitados. Con unos hombres que luchan por mantener la honradez propia y la de su prójimo. Y con unos insensatos, que ponen por encima su bienestar y olvidan la necesidad ajena.


Ed Wood, la cara oculta del cine


“Tal y como yo lo veo, y como nos veo a él y a mí, cualquiera de mis películas pudo haber fracasado de verdad, por eso la línea entre el éxito y el fracaso es muy fina. Por eso me identificaba tanto con él. Eso es lo que creo y, quién sabe, mañana yo podría convertirme en otro Ed Wood.” –Tim Burton.

La película “Ed Wood”, realizada en 1994, trata sobre todo aquello que hay detrás de lo que solemos ver, de aquello que trasciende poco o nada; nos habla del meta-cine, y de la cara menos vista de Hollywood. El cine de Clase-B es el motor de la de esta historia para enseñarle al espectador que detrás de aquel pasillo de la fama Hollywoodense, hay personas que han sido olvidadas o que, pese a amar al cine y a todo lo que este medio conlleva, nunca lograron tener el éxito soñado.

Tim Burton es conocido porque sus personajes no suelen ser los más agradables o bellos, sino que se fija en aquellos que parecen ser oscuros y son rechazados por su apariencia o estilo, pero que en sus mundos libran batallas emocionales y poseen historias que superficialmente lucen siniestras, pero que en realidad son humanas y universales.

Por eso en “Ed Wood” Tim Burton se encontró con todos los ingredientes necesarios para hacer un homenaje al cine: Un personaje al que admiraba por su amor al cine y su estilo bizarro, que se había hecho famoso por realizar películas de Clase-B, y que además había rescatado a un actor infame para protagonizar sus filmes.

Un aspecto característico del filme es el blanco y negro, en donde por lo general se hace uso de un claro oscuro que nos recuerda el cine negro, lo que nos permite sentir más de cerca la historia y al personaje. No lo vemos a través de una ventana plástica, sino que lo vemos como el personaje veía las películas que realizaba en su época. Además, la estética artística, fotográfica y hasta los diálogos, parecen tener el estilo de las películas que se rodaban en los años treinta y cuarenta.

Eso por un lado, por otra parte, está la temática de la película. En los años 90’s Tim Burton ya había demostrado que su estilo era arriesgado para la época y de un género muy personal. El público estadounidense ya conocía  Quentin Tarantino, quien había alcanzado la fama con “Reservoir Dogs”, una película de Clase-B hecha con escaso presupuesto, diálogos originales y un montaje que enmarcó de inmediato el estilo de Tarantino. En 1992, el mismo año en que se estrenó “Reservoir Dogs”, salió al cine “El Mariachi”, dirigida por Robert Rodríguez y cuyo presupuesto no superaba los 10.000 dólares. Dicha cinta le gustó tanto al público americano que le permitió a Rodríguez hacer una secuela, y más adelante, realizar más películas del mismo género y estilo visual.

Los noventa fueron una época en la que el público quería ver a los que estaban detrás del telón, quienes tenían propuestas distintas y arriesgadas. Además hay que recordar que también fueron los años dorados de MTV, de la incursión del “zapping” y de la búsqueda de los protagonistas detrás de la historia. Desde los ochenta se dejó de buscar héroes adultos y seguros como Ben-Hur, y se empezaron a elegir a los protagonistas jóvenes como Marty McFly; inestables como Ron Kovic; o torpes como Forrest Gump.

Por tanto, los noventa fueron la época perfecta para recordar a todos los jóvenes que el cine había tenido una época dorada, en la que también habían existido personas con propuestas diferentes y arriesgadas. Y que pese a no ser muy talentosas, tenían más amor y pasión por su trabajo que otros protagonistas de la industria.  Sin embargo, la historia no queda acá. Hay que aclarar que Ed Wood no fue un artista adelantado o incomprendido en su momento. Sus propuestas además de ser bizarras, no eran racionales desde ningún punto de vista. Cometía constantes errores de raccord, y la producción de las escenografías era demasiado pobre.

De todos modos, él nos muestra la cara oculta del cine, la de poder fracasar amando la profesión y creyendo que lo estamos haciendo bien. Hace que todo amante del cine o aspirante a realizador, se sienta solidarizado con él. “Ed Wood”  nos recuerda que Tarantino pudo haber estado a centímetros del fracaso; o que Rodríguez pudo nunca haber realizado sus películas. O quizás que algún día el público descubriría que Tim Burton también podría acercarse a “Ed Wood” y filmar películas como “Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros” o “Sombras tenebrosas”.