jueves, 10 de julio de 2014

The hunt, poesía por instinto

Texto seleccionado en la categoría de "Mejor Ensayo Universitario" del Festival Universitario de Cine y Audiovisuales Equinoxio (Bogotá, Colombia) 2014


Thomas Vinterberg es un experto a la hora de construir dramas que involucren la disolución del núcleo familiar, en especial cuando son causados por daños o traumas de la niñez. Lo ha demostrado en “La Celebración” (1998) y en “Submarino” (2010), ambas son historias en las que la vida del personaje sufre un fuerte giro desde su infancia, y esto lo lleva a tener un futuro desesperanzador. En las dos historias hay un padre o una madre irresponsable incapaz de darle una infancia digna sus hijos. En “La Caza” (Jagten) (2012), Vinterberg ha explorado más allá de los márgenes que solía habitar en sus anteriores películas, y ha mostrado cómo las columnas de una comunidad pueden ser derrumbadas por uno de los seres más indefensos que en ella conviven.

“La Caza” es una película que atrapa a todo tipo de público porque trata uno de los temas más polémicos del siglo actual: el abuso sexual infantil. Y además va un poco más allá, porque pone al espectador del lado del supuesto victimario, y lo hace entrar en una balanza para definir lo perjudiciales que pueden ser los prejuicios apresurados. Esto es una jugada muy astuta de Vinterbeg, porque si se miran sus obras pasadas, podría pensarse que es un fuerte agitador que le dará al público la satisfacción de ver al victimario destrozado. Como sucede al final de “La celebración”, cuando el padre queda humillado ante su hijo en el momento en que éste le pide que se aleje de la mesa para que todos puedan desayunar en paz. Pero la estrategia de Vinterberg para llevarnos a un dilema moral en su última película, es lo que la convierte en una pieza única e inolvidable.

Cuando se habla de violación se despiertan muchas reacciones en las personas. Algunas empiezan a afilar cuchillos y prenden antorchas para, literalmente, cazar al victimario. En otros casos, las personas confían en que su sistema gubernamental hará justicia, y eligen seguir el protocolo legal. También hay ocasiones en que las víctimas optan por la triste decisión de mantener el silencio y no contarle a nadie lo que ha pasado; provocando que no pase nada en lo absoluto en su ámbito familiar, ni mucho menos en el social. Pero más allá de la reacción de la víctima o de su familia, hay un deseo que casi todos tienen en común, y es el de conseguir que se haga plena justicia contra el victimario.

Si bien es cierto que en algunos países los violadores reciben condenas carcelarias que suelen ser consideradas como justas, también es un hecho que el desorden de personalidad que posee un violador es incurable. Miguel Maldonado, un médico psiquiatra y legista, explica en una entrevista[1] que el violador serial porta un desorden de personalidad, entidad nosográfica que, si bien se traduce en severos trastornos de conducta, no es una enfermedad y, por lo tanto, no es posible de curar, como muchos pretenden”. Y es por esta razón que la sociedad siente miedo a la reincidencia, lo que conduce a que, para evitar más víctimas, se busquen soluciones efectivas por medio de métodos que algunos consideran inhumanos o de antaño.

Un ejemplo de esto, es que  en muchos países ya es de uso común el método conocido como “castración química”[2], una droga que es aplicada a los abusadores sexuales para reducir los niveles de testosterona, y con esto, el apetito sexual. Pero a pesar de que en algunos países esta medida es obligatoria, en otros sigue siendo voluntaria ya que contraviene a sus constituciones. Y cuando la medida es voluntaria, es evidente que son muy pocos los presos que se acogen a ella, debido a que la droga tiene efectos secundarios como la depresión, redistribución de la grasa o la pérdida de vello corporal. También hay que agregar que esta droga no garantiza que no haya reincidencia, dado que el efecto es reversible si el tratamiento deja de aplicarse.

Por otro lado, se ha descubierto que un abuso sexual deja distintos trastornos psicológicos, no sólo en un menor de edad, sino en cualquier ser humano. Pero lo que “La Caza” hace que nos preguntemos es qué tanto influimos con nuestros comportamientos, en los traumas que puede llegar a tener un niño, sea o no, familiar nuestro; y qué tan preparados estamos para perdonar, sin anteponer emociones ni prejuicios impulsados por el dolor, a una persona que nos ha herido.
 
El tema del perdón ha inspirado muchas películas, artículos e incluso libros. Tal es el caso de “Mi viaje al infierno”, escrito por María Jimena Duzán, en el que enseña su proceso personal para confrontar el asesinato de su hermana, Silvia Duzán; y perdonar a los autores intelectuales de dicho crimen. Para la autora lo más decepcionante es descubrir cómo la impunidad logra triunfar en un sistema judicial poco efectivo, y los asesinos de su hermana, nunca responden por los hechos.

Conservando las distancias, la película “M, el vampiro de Düsseldorf” (1.931), tiene interesantes similitudes temáticas con “The Hunt”. En la película dirigida por Fritz Lang, se revela la cólera de los habitantes de una ciudad al darse cuenta de que sus niños empiezan a ser asesinados a sangre fría. Este sentimiento se  transmite al espectador, que desea con creces ver a la comunidad atrapar al culpable. Pero cuando llega la hora del juicio con el asesino, surgen dos reflexiones que cambian el rumbo de la historia. La primera, que dicho asesino no tiene control sobre sus actos, y que sería injusto hacerlo pagar por un crimen que no ha pretendido realizar. Y la segunda, es que aún matando al asesino, esto no traerá a las víctimas de vuelta.

Tanto en “The Hunt” como en la realidad, las personas suelen preocuparse más por hacer al culpable pagar por su crimen, que por ayudar a la víctima a recuperarse y por solucionar de raíz el problema del victimario. Los abusadores sexuales tienen desórdenes de personalidad incurables y deben pagar por sus crímenes, pero el bienestar social no se consigue por medio del odio, sino por medio de un entendimiento completo de la situación, y de una justicia verdadera con la capacidad de proteger a sus ciudadanos.

En “La Caza” se puede apreciar cómo la vida de Lucas (Mads Mikkelsen) cambia drásticamente cuando la hija de su mejor amigo, afectada por su irresponsable hermano, lo acusa con su profesora de haber abusado sexualmente de ella. Esto destruye el panorama social de Lucas, que además de ser apreciado en el pueblo donde vive, está jugándosela por ganarse la custodia de su hijo. En este caso, la comunidad reacciona ante el posible victimario como es de esperar; siguiendo el protocolo legal, y tomando una actitud hostil como mecanismo de defensa. Por su parte, Lucas se pone en la piel de la presa, puesto que está en la mira de todos, y toma una postura bastante discutible. La agresividad y ceguera de la comunidad se deben a una pena profunda que los indigna; se sienten indefensos si una de las criaturas más débiles puede ser violentada tan fácil e inesperadamente. Pero también es importante reconocer que nunca se debe hacer un juicio apresurado sin reconocer a las dos partes, ni investigar la verdad de los hechos. Estos distintos dilemas, causan en el espectador un suspenso demencial que se ve recompensado al final de la historia.

Thomas Vinterberg enseña lo débiles que son los cimientos sobre los que se construye una sociedad, y cuales son las consecuencias de los prejuicios apresurados. “La Caza” es una película contemporánea llena de alma y vida propia en la que resalta la excelente construcción de personajes a nivel interno y externo, gracias también al completo e intachable trabajo actoral. El autor demuestra una vez más que cuenta con una envidiable habilidad para crear dilemas morales en el espectador, y reflejar conflictos tanto familiares como sociales. Algo que ha logrado gracias a sus más de dos décadas de experiencia profesional en el mundo cinematográfico; incluyendo su inolvidable paso por el movimiento Dogma 95.




[1] Información basada en el artículo “Viaje a la mente de un violador”, de la página web www.cronica.com.ar.
[2]  Información basada en el artículo “La efectividad (o no) de castrar químicamente a un violador”, de la página web del periódico ABC.es









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