
En “Blue
Jasmine” hay dos líneas dramáticas que se entrelazan y conducen la historia,
una basada en el presente y otra enfocada en hechos puntuales del pasado. La
del presente muestra a Jasmine (Cate Blanchett) viviendo en la casa de su
hermana Ginger (Sally Hawkins) en San Francisco, y tratando de recomponer su
vida tras la caída del imperio multimillonario de su esposo. La línea que se
centra en el pasado cuenta los hechos puntuales que llevaron a esa caída,
también habla de la antigua vida de lujos que tenía Jasmine, y de cómo siempre
hizo la vista gorda para no asumir que todas sus riquezas las tenía gracias a
que su esposo era un monumental estafador.
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Y
son justo esos planes el ingrediente que mejor está servido en el guión. Cada
personaje tiene una motivación muy clara, pero en realidad es el destino el que
escoge por él. Jasmine busca reconstruir su vida y seguir disfrazando su
doloroso presente, mientras que Ginger quiere continuar con su idea de formar una nueva
familia. En su búsqueda se encuentran con obstáculos que según el caso, las
hacen desviarse de su camino para luego volver; o simplemente les crean un
falso espejismo que las ilusiona por un momento, pero luego las hace volver a
la realidad que les corresponde.
Es
inevitable ver a los personajes de “Blue Jasmine”, y no pensar en “Un tren
llamado Deseo”. Para empezar está Chili (Bobby
Cannavale) que nos recuerda a Stanley (Marlon
Brando); ambos con magníficas actuaciones. También hay que contar a Jasmine
(Cate Blanchett), que nos hace pensar
en Blanche (Vivien Leigh), ambas
apegadas a su pasado, refugiadas en el hogar de su hermana, y atormentadas por
un hombre fuerte y agresivo -Chili o Stanley, según el caso- que no está
dispuesto a tolerarlas. Sin lugar a dudas, un gran detalle el de Woody Allen
para el mundo del arte y el de los cinéfilos amantes de los grandes clásicos.
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De Izquierda a Derecha: Chili (Bobby Cannavale), Stanley (Marlon Brando), Blanche (Vivien Leigh), y Jasmine (Cate Blanchet) |