Woody
Allen tiene como costumbre hacer homenajes al arte en cada una de sus
películas. Su romanticismo, música clásica, uso de ciudades reconocidas por su
historia artística, personajes incomprendidos, son solo algunas de las
constantes que lo caracterizan. En el caso de “Blue Jasmine” (2.013), Woody Allen fue más específico y le hizo un
reconocimiento cinematográfico a la película “Un tren llamado Deseo” (Elia Kazan, 1.951); o incluso podría
decirse que hizo una versión contemporánea de la misma.
En “Blue
Jasmine” hay dos líneas dramáticas que se entrelazan y conducen la historia,
una basada en el presente y otra enfocada en hechos puntuales del pasado. La
del presente muestra a Jasmine (Cate Blanchett) viviendo en la casa de su
hermana Ginger (Sally Hawkins) en San Francisco, y tratando de recomponer su
vida tras la caída del imperio multimillonario de su esposo. La línea que se
centra en el pasado cuenta los hechos puntuales que llevaron a esa caída,
también habla de la antigua vida de lujos que tenía Jasmine, y de cómo siempre
hizo la vista gorda para no asumir que todas sus riquezas las tenía gracias a
que su esposo era un monumental estafador.
¿Por
qué no unir las dos líneas y contar la historia en orden cronológico? La
respuesta es sencilla, la yuxtaposición de escenas de un miserable presente,
con las de un glorioso pasado, hacen que el espectador inicialmente se sienta
como Jasmine y no la mire como a un bicho raro e inmaduro. La construcción y la
forma como se cuenta la historia, podría interpretarse como la visión de
Jasmine de la realidad; pues ella constantemente tiene ataques que la hacen
sentirse como si estuviera en un pasado el cual no ha superado.
Por
eso lo que más resalta en “Blue Jasmine”
es su guión planteado de inicio a fin. Cada línea de diálogo tiene un subtexto
que habla de lo que realmente quieren y sienten los personajes, sin que tengan
que decirlo directamente. También sus acciones y reacciones son naturales, y
por lo tanto creíbles; esto gracias al excelente reparto y al completo trabajo
dramatúrgico. Lo único negativo, es que la película se resuelve de una manera
un poco forzada en su punto más neurálgico. Cuando “casualmente” Augie (Andrew Clay) se encuentra con Jasmine y
Dwight (Peter Sarsgaard) en la
entrada de una joyería, y le recuerda a Jasmine que ella junto a su ex esposo,
fueron los culpables de todas sus desgracias. Sin embargo esta es otra de esas
lecciones que a Woody Allen le gusta dar en sus películas; a veces pasan cosas
que parecen totalmente inverosímiles pero que le pueden dar cambios drásticos a
nuestros planes.
Y
son justo esos planes el ingrediente que mejor está servido en el guión. Cada
personaje tiene una motivación muy clara, pero en realidad es el destino el que
escoge por él. Jasmine busca reconstruir su vida y seguir disfrazando su
doloroso presente, mientras que Ginger quiere continuar con su idea de formar una nueva
familia. En su búsqueda se encuentran con obstáculos que según el caso, las
hacen desviarse de su camino para luego volver; o simplemente les crean un
falso espejismo que las ilusiona por un momento, pero luego las hace volver a
la realidad que les corresponde.
Es
inevitable ver a los personajes de “Blue Jasmine”, y no pensar en “Un tren
llamado Deseo”. Para empezar está Chili (Bobby
Cannavale) que nos recuerda a Stanley (Marlon
Brando); ambos con magníficas actuaciones. También hay que contar a Jasmine
(Cate Blanchett), que nos hace pensar
en Blanche (Vivien Leigh), ambas
apegadas a su pasado, refugiadas en el hogar de su hermana, y atormentadas por
un hombre fuerte y agresivo -Chili o Stanley, según el caso- que no está
dispuesto a tolerarlas. Sin lugar a dudas, un gran detalle el de Woody Allen
para el mundo del arte y el de los cinéfilos amantes de los grandes clásicos.
De Izquierda a Derecha: Chili (Bobby Cannavale), Stanley (Marlon Brando), Blanche (Vivien Leigh), y Jasmine (Cate Blanchet) |