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Fritz
Lang terminó dos de sus películas más conocidas, apelando al uso de juicios que
no sólo buscaban cambios en la política, sino que también en la comunidad.
Una de ellas fue M, el vampiro de Düsseldorf (1931)
y la otra Furia (1936). La primera fue hecha en Alemania, su país
de origen. Mientras que la segunda la realizó en Estados Unidos tras ser
acogido en Hollywood por MGM, con lo que le dejó una gran responsabilidad a los
próximos realizadores que quisiesen tratar el tema.

La
trama se desarrolla en los tribunales de justicia de Baltimore en los cuales
trabaja Arthur Kirkland como abogado defensor. Gracias a él vamos descubriendo
las notorias asperezas de la forma como es administrada la justicia, mientras
se hace referencia a la forma como la ética personal y la profesional, pueden
llegar a enfrentarse cuando se trabaja en una disciplina tan estricta como el
derecho.
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Por
otro lado, nos ponen en una ciudad que no sólo está muy viva, sino que también
parece estar consciente de la historia que en ella se desarrolla. Las
conversaciones siempre están acompañadas por los sonidos de los ambientes. Y al
mismo tiempo parece que estos sonidos estuvieran colaborando con la creación
del drama.
La
actuación de Pacino es probablemente una de las mejores de su carrera. En aquel
entonces ya se había puesto en la piel de personajes como Frank Sérpico (Serpico, 1973), Michael Corleone (El Padrino),
o Sonny Wortzik (Tarde De perros 1975). Y con éste trabajo dejó claro que todavía quedaba
mucho por hacer, algo que terminó demostrando con Scarface (1984) años más adelante.
Finalmente hay que decir que cuando la corrupción trata de burlarse descaradamente de nosotros, y los supuestos símbolos más respetados del poder pierden su significado, es cuando podemos decir que “está ocurriendo algo divertido” (There’s something funny going on), como lo dice la canción que cierra la película acompañada de un invaluable gesto de Pacino… Justicia para todos.