Recuerdo que la primer vez
que iba a ver “El acorazado Potemkin”
(1925), un profesor me advirtió que no se responsabilizaba si la cinta
despertaba mis aires revolucionarios. Al terminar de verla me sentí impactado.
Pero la historia se desarrollaba en un contexto ajeno al mío, razón por la cual
no me afligí demasiado. Efecto contrario logró la película boliviana “Yawar Mallku” que traducido del
quechua al español significa “Sangre de
cóndor”.
El hilo narrativo lo lleva
una pareja de hermanos que hacen el papel de héroes. Uno de ellos, Ignacio,
vive lejos de la civilización, en una aldea indígena. En cambio Sixto vive en
una ciudad, y tiene un trabajo que le da apenas lo suficiente para vivir.
Ignacio sufre tras la pérdida de sus tres hijos, los cuales significaban su
felicidad y la prolongación de su raza con la tribu. Sixto tiene que lidiar con
gente a la que no le agrada; personas que lo ven como una desgracia por sus
raíces indígenas.
Ambos están destinados a
sufrir antes de ver nacer la chispa de la revolución en su gente. Ignacio
reaccionó porque las mujeres de su tribu estaban siendo esterilizadas en el
Centro de Maternidad. La gente de su aldea habría permanecido apática de no ser
porque las futuras generaciones de su pueblo se verían afectadas por ésta misma
razón. Sixto sólo enfrentó a las entidades médicas porque quería salvar a su
hermano de la muerte; y gracias a esto recuperó su propio orgullo indígena. Por
lo tanto, sin dolor y sufrimiento no hay una reivindicación que avive el
sentido de pertenencia de un pueblo.
La diferencia entre ambos
hermanos yace en que a Ignacio le interesa mantener a su aldea, cuidarla y
hacer que ésta se mantenga por medio de la procreación y la salud. Mientras que Sixto es más egoísta, se
preocupa por sí mismo y hasta siente rechazo hacia su ascendencia indígena.
Sin embargo, los dos son
héroes imperfectos como cualquiera de nosotros. También podría decirse que son
el prototipo de héroe primitivo pero sabio. No son excesivamente lúcidos ni
están en busca de aventuras o conquista de tierras. En vez de eso son víctimas
de la opresión y la burla. Y reaccionan al ver el exceso de tormentos que se
ven obligados a sufrir.